Por Rafael Álvarez Nogal
Si tuviera que decir en una frase qué ha pasado en las elecciones a Rector de la Universidad de León celebradas el pasado 10 de marzo en primera vuelta y el pasado 7 de abril en segunda ronda, diría que las elecciones las ha perdido el anterior Rector José Ángel Hermida. Las ha perdido Hermida después de ocho años de gobierno. El candidato Chamosa formó parte de ese equipo y nunca se le ha oído en público hacer una crítica negativa a la gestión de Hermida. Le he oído decir en una televisión local que quizás lo único que cambiaría es que “Hermida ha sido demasiado bueno”. En el desarrollo posterior, se entendía que se refería a que Hermida se había dejado llevar por su buen corazón. Quienes hemos conocido en la distancia corta -en alguna situación de conflicto- al Rector saliente, la afirmación nos ha sumido en cierta perplejidad.
Llevo tantos años en la Universidad de León, que he conocido a todos los Rectores, desde Don Andrés Suárez en adelante. El peor Rector con diferencia ha sido José Ángel Hermida. Nunca la Universidad de León funcionó peor y nunca se ha respirado tanto un aire enrarecido en el que predominaba el miedo, porque se ha aplicado aquella máxima que oí en alguna ocasión a un Vicerrector de otro tiempo: “al amigo nada, al enemigo la ley”. Mi opinión, compartida por compañeros docentes e investigadores, miembros del personal de administración y servicios, y alumnos, llegó a oídos del Rector o a oídos de alguien afín, y entonces pasé a ser un compañero incómodo si no un enemigo.
Las críticas negativas al anterior Rector y a su equipo, dentro del cual estaba el candidato Chamosa, puede ser una larga lista que podría aburrir. Pero quiero mencionar alguna. Los llamados cargos de confianza han sido legión. Compañeros que han disfrutado de sobresueldos que indudablemente han tenido un importante reflejo en las urnas. No es de extrañar que en esa tesitura hayan intentado hacer y deshacer el resultado de las urnas, en aras del sobresueldo –a veces cuantioso- y de no sé qué cuota o cuotita de poder. En ese sentido fueron notables los resultados electorales entre el llamado profesorado asociado. Alguien podría pensar que fueron advertidos: debéis votar a mi candidato porque así yo estaré y podré volver a contrataros; pero seguro que algo tan tosco no ha ocurrido.
Y mientras un elevado número de compañeros docentes e investigadores gozaban de estipendios, otros (los llamados contratados doctores) no cobraban determinados complementos que sin embargo, sí ingresan los colegas de, por ejemplo, la Universidad de Oviedo o la de Vigo o la de Extremadura. Ante la pregunta que se le formuló al candidato Chamosa al respecto, él se hizo de nuevas. Se hizo de nuevas después de ocho años asistiendo a las reuniones de Gobierno de nuestra Universidad.
Un magnífico ejemplo que contradice la afirmación inicial (“lo único malo de Hermida es que ha sido demasiado bueno”) lo viví en primera persona: una de las “vicerrectorables” que acompañaban al candidato Chamosa, asistió con estupor a la villanía con la que me persiguió el Rector al intentar incoarme un expediente académico que sonrojaría a cualquier lector: a un vicerrector le contaron que alguien le contó que había oído, que yo le había insultado. El Rector asumió con ensañamiento el chismorreo, consiguiendo muy a su pesar que el suceso fuese conocido y muy comentado.
Es muy difícil mantener el tipo después de ocho años formando parte del equipo de Gobierno de una Universidad, porque es difícil creer que se vayan a instaurar novedosos proyectos, nuevas ínfulas, ilusiones renacidas, etc. y más en este caso en el que –como ya he indicado- no se ha oído ninguna crítica negativa al candidato Chamosa hacia el anterior Rector. De otra manera: el candidato Chamosa representaría la continuidad del peor Rector que hemos conocido en nuestra Universidad.
Es verdad entonces que son necesarios otros aires. Cuando además los aires renovados están presididos por la modestia, por la templanza, por los argumentos y propuestas frente a la soberbia, encontramos razones para confiar en el futuro. Y qué difícil ahora, después del pataleo, del mal perder, de no oír a ningún miembro del equipo perdedor afear al candidato Chamosa en su pataleta, qué difícil ahora –digo- tratar con cordura también a esos a los que parece no haberles importado manchar o romper el juguete porque ellos no lo podían usar.