Cada vez el presidente de la gestora socialista despierta más simpatías. Cuando interviene en público proyecta la imagen de una persona moderada, que dice lo que quiere decir sin aspavientos y que tiene las ideas claras. Se presenta como un paisano con él que apetecería salir a tomar unos culines de sidra por cualquier chigre de su Asturias natal.
Hace falta valor para reconocer que al día siguiente de las últimas elecciones todos sabían cuál era la única salida, pero que nadie la manifestó en alto ante la inminencia del congreso del partido. Honra a quien sabe reconocer cuándo no se hacen las cosas bien. Acaso a Javier Fernández le faltó el coraje, ahora que está tan de moda exigírselo a los demás, de pedir disculpas a los españoles. Pedir perdón a 46 millones de personas por haber sumido al país en la incertidumbre, sin Gobierno, durante tantos meses debido a los líos domésticos que se avecinaban en el seno del partido.
Muy diferente es la imagen que este fin de semana ha proyectado el, por ahora, único candidato a la Secretaría General del PSOE. Es cierto que dentro del mismo partido político raras veces te encuentras con amigos, que en el mejor de los casos te relacionas con compañeros, que los adversarios quedan allende de tus propias siglas, en las demás formaciones políticas y que, en la propia, lo común son los enemigos. Las lealtades personales vienen a ser la excepción en medio del avispero, del nido de víboras o de la jungla tropical en que se convierte la propia organización a la que uno está adscrito. Allí donde lo que impera, como en la selva, es la ley del más fuerte.
Deuda de gratitud
Podría suponerse que Patxi López tendría al menos una deuda de gratitud respecto a su anterior jefe, aunque solo fuera porque este le nombró responsable de Acción Política de su ejecutiva y, sobre todo, porque le convirtió en la tercera autoridad del Estado. El caso es que, si las apariencias no engañan, el exlendakari ha asestado una puñalada mortal este fin de semana a las aspiraciones de Pedro Sánchez de optar a la reelección. El espero contar con el apoyo de Pedro que proclamó el aspirante a Secretario General puede interpretarse como un quédate fuera de la carrera por el liderazgo del partido que ahora me toca a mí. En román paladino es un simple quítate tú, para que me ponga yo.
Esta particular forma de devolver los favores recibidos por el anterior presidente del Congreso, aunque quede en el ámbito de las relaciones personales entre dos compañeros y sea todo lo legítima que se quiera, no habrá pasado desapercibida ni ante los militantes ni ante la ciudadanía.
En política peor que las deslealtades personales es la deslealtad a las propias convicciones. Lo que se conoce como coherencia. Y es en este punto donde el discurso del aspirante a líder chirrió estrepitosamente.
Coherencia
Ahora que ya interviene como candidato y que ha iniciado la campaña está muy bien sacar pecho y lamentarse de que la abstención a Rajoy fue un error. Sabe que es lo que piensa buena parte de la militancia. Pero debería haber dicho con la misma elocuencia que lo mejor para España e incluso para su partido, pasaba por convocar unas terceras elecciones aún a riesgo de que Rajoy obtuviera mayoría absoluta y de que el PSOE saliera tan baqueteado que no lo iba a conocer ni la madre que lo parió. Eso tenía que haberlo explicado con claridad.
Pero sobre todo debería revelar por qué si la abstención a Rajoy era tan mala como ahora proclama no emuló a su antiguo Secretario General y, antes de adoptar una postura que no compartía, renunció a su acta de Diputado. Así no sería cómplice de lo que él mismo considera un error. ¿O es que para el candidato a liderar a los socialistas prima el escaño y la poltrona sobre sus ideas y su coherencia? ¿O, tal vez, le resultaba insufrible la idea de pasar en pocos meses de Presidente del Congreso a ciudadano de a pie? Es posible que entonces, en el momento de abstenerse en el debate de investidura, ya sopesara dar el paso hacia el liderazgo y para ello planeara apoyarse en ese error tan descomunal que él mismo estaba colaborando a pertrechar.
Quien pretenda liderar un grupo social, antes que nada, se debe procurar que en su equipaje nunca falte un discurso claro, un discurso creíble y un discurso coherente. En la presentación de su candidatura a la Secretaría General, Patxi López perdió una oportunidad de oro para demostrar que viene arropado por cada uno de tan inexcusables elementos.