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La Opinión de Luis Herrero

La Opinión de Luis Herrero Rubinat

Valladolid

Intrépidos ellos, los componentes del Dúo Dinámico de la derecha provincial porfían en un imposible: la confraternidad entre León y Valladolid. Alcalde de la capital y presidente de la Diputación, voces melódicas que cantan al ritmo de los sones que marca la Junta de Allí, confunden, inocentes ellos, el compadreo que promueven entre las dos provincias con la cruda realidad de esta tierra. Y tan pernicioso es abrir guerras que no existen o ahondar en las brechas abiertas, como eludir los escollos chirriantes que condicionan el entendimiento entre ambos pueblos.
Valladolid para los leoneses siempre fue una provincia más. Tierra brumosa, territorio inexpresivo y cuna de fervorosos fascistas; no en vano se la conoció durante una época como Fachadolid. Hasta 1983 sus referentes más destacados eran la Fasa, la Semana Santa y el vino.

El gordo y la losa

Pero con la configuración de la autonomía de Castilla y León, la Junta de Allí, que no Valladolid ni sus gentes, centralizó todo. Desde esa perspectiva, el nuevo entramado administrativo es reflejo de un dispendio que supone la negación de las aspiraciones autonómicas de León, el menosprecio a miles de voces que exigieron una autonomía propia y la entrada en barrena para la economía y la demografía de esta tierra.

A estas alturas nadie puede negar que el mapa autonómico supuso mucho más que el gordo de la lotería de Navidad para Valladolid y una losa de peso infinito sobre León. Sin ir más lejos, la semana pasada deparó tres ejemplos que ilustran los anteriores asertos. Tres muestras representativas referidas, precisamente, a la economía, la demografía y las infraestructuras.

La economía de la provincia de León fue la que menos creció de toda la comunidad autónoma en 2016, y la que se espera que tenga peor comportamiento en 2017. Por contra, el eje Valladolid-Burgos-Palencia lidera el crecimiento del PIB de las nueve provincias, tanto en lo que se refiere al año anterior como a sus perspectivas para el presente. Además, León es la única provincia de la comunidad que pierde empleo industrial (-69 trabajadores) frente a la que más gana, Valladolid (+1545).

Referido a la demografía, acabamos de conocer que León es la quinta provincia española que más población ha perdido en 2015. En solo un año el Padrón ha disminuido en 5.796 habitantes. Desde que se configuró la autonomía de Castilla y León la provincia se ha dejado por el camino 54.574 habitantes. Entonces, en 1983, los 528.178 habitantes de León sobrepasaban en 41.057 a Valladolid según el INE. Por contra, a uno de enero del año pasado, la provincia vecina ya nos supera en 50.075 personas, casi ha alcanzado la población que tenía León en aquellos años y nuestra provincia tiene menos empadronados de los que tenía Valladolid antes de convertirse en la capital de todo. 

Y una de infraestructuras. Justo cuando el presidente de la Diputación presentaba en Fitur la última ocurrencia para alimentar el compadreo entre las dos provincias, la del maridaje culinario entre León y Valladolid (sic), la patronal daba un puñetazo sobre la mesa, harta del ninguneo de la Junta de Allí con León. Empresarios de Galicia, Asturias, Cantabria y León clamaban contra la marginación del corredor del noroeste (que interesa y mucho a León) frente al de Aveiro, que pasa (¿será casualidad?) por Valladolid.

Son tres ejemplos tan reales como la propia cotidianeidad que padece León. Tres muestras que nos presentan la otra cara del maridaje culinario, la más cruel: aquella que pretende hacer comulgar a los leoneses con ruedas de molino vallisoletanas.

Maridajes y divorcios

Los afectos o desafectos entre territorios no se modulan en función del oportunismo de sus políticos, ni de sus guiños afectados ni de las ocurrencias para la galería. Antes que nada, es básica la libertad entre las partes para relacionarse entre sí: resulta inconcebible sentirse cómodo cuando eres víctima del cautiverio de una autonomía ficticia y de los caprichos interesados de una capitalidad denostada. Pero también, para que una relación sea fluida, es básica la constatación de un mínimo sentido de reciprocidad en las relaciones bilaterales. Y está claro que entre León y Valladolid no existe correspondencia, ni reciprocidad ni nada que se le parezca.

Castilla y León como autonomía va a cumplir 34 años, de los cuales 30 ha sido gobernada por los mismos. El PP es el máximo responsable, que no el único, del erial económico, social y cultural que padece León. Los alabarderos de la Junta de Allí, aquellos que propugnan compadreos imposibles, prestarían mucho mejor servicio a los leoneses si ocuparan el tiempo en gestionar mejor sus respectivas instituciones, en ser más reivindicativos con sus colegas de partido (empezando por cambiar ellos mismos esa actitud cómplice, entusiasta y servil que siempre les ha caracterizado) y en evitar ocurrencias rayanas al esperpento.

Frente al maridaje culinario entre León y Valladolid mi receta pasaría, directamente, por el divorcio conyugal. Propongo un menú alternativo al de los gavinotes de la Junta, porque en este ellos mismos se lo guisan y ellos solos se lo comen. Empezaríamos con unos entrantes proteínicos para romper las cadenas que asfixian a León y le tienen aherrojado a la Junta de Allí. Un primer plato ligero de productos autóctonos para poner a la idiosincrasia leonesa al mismo nivel que el resto de realidades regionales de España. En el segundo plato, con toda la carne puesta en el asador, devolveríamos a los leoneses las riendas de su destino, sin aderezos tan prescindibles como el de figurones y palmeros. Y de postre remataríamos con el manjar más dulce, el más esperado: León ocupando el espacio que le corresponde, tanto en el mapa autonómico como en los indicadores económicos del conjunto del país. Pura ambrosía.

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Otro punto de vista de la actualidad por Luis Herrero Rubinat