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El grano y la plaza

»No pueden entender que nos sintamos dolidos ante las imágenes en las que aparece maquinaria pesada, camiones de gran tonelaje y grandes excavadoras, desfilando por la plaza del Grano como si fueran tanques rusos por la plaza Roja de Moscú.

 

Con los apuros por iniciar las obras en la plaza del Grano, ya desde el primer día, se ha puesto de manifiesto hasta qué punto una actuación que en principio debería concitar unanimidades se transforma en despropósito. En una tropelía. Son las consecuencias de la torpeza/ineptitud de los gestores municipales y de su ansia por zanjar debates incómodos con la política de hechos consumados. Parece que beben de la vieja escuela martivillesca: ¿que los leoneses no quieren pertenecer a la autonomía de Castilla?, pues que sepan que se trata de un hecho consumado. Punto pelota.

La historia se repite. Porque tratándose como se trata de un lugar emblemático de la ciudad de León, y de unas obras polémicas que alimentan sensibilidades temerosas de que se produzcan daños irreversibles en la plaza del Grano, cabría esperar otra actitud por parte del ayuntamiento: una pizca de sensibilidad con el entorno, alguna dosis de prudencia en la ejecución del proyecto y una constante vigilancia en el desarrollo de los trabajos por parte de los responsables municipales. Pues no. Desde el minuto uno en que se iniciaron las obras el ayuntamiento ha demostrado su insensibilidad con el entorno, su bravuconería en la ejecución de los trabajos y la ausencia de control de sus responsables con las actuaciones que se estaban llevando a cabo.

Algunos no pueden entender que nos sintamos dolidos ante las imágenes en las que aparece maquinaria pesada, camiones de gran tonelaje y grandes excavadoras, desfilando por la plaza del Grano como si fueran tanques rusos por la plaza Roja de Moscú. No han comprendido, a pesar de los ríos de tinta que se han vertido sobre el asunto, que se trata de un lugar representativo en la conciencia colectiva de los leoneses y que se han producido escenas ofensivas para la sensibilidad de muchos vecinos. Y tampoco se han percatado de que si el ayuntamiento pretendía tranquilizar a los que temen un desastre patrimonial con esta actuación, la indolencia exhibida, la maquinaria desplazada y las imágenes publicadas no ayudan, para nada, a calmar los ánimos; al contrario, ofrecen oxígeno y argumentos a los detractores del proyecto.

El caballo de Atila

Cabría preguntar dónde estaban los munícipes responsables mientras las máquinas entraban a saco y producían destrozos. En la plaza del Grano no se les vio. ¿Estarían ocupados en otros asuntos allá en las alturas de la Casa Consistorial, en sus distantes despachos?

De modo que el balance del primer día de obras es que la maquinaria pesada se adueñó de la plaza del Grano como Napoleón pateó el Panteón de los Reyes de León, que se rompieron hasta por seis puntos diferentes las conducciones de agua y que durante media jornada los vecinos se quedaron sin agua en viviendas y locales. Un escenario que recuerda a Atila y a su caballo, a cuyo paso nunca más volvía a crecer la hierba.

Y las responsabilidades, ¿quién asume las responsabilidades de tan nefasta gestión? Pues como suele ocurrir en estos casos nadie ha pedido perdón a los leoneses por esta cadena de despropósitos, nadie ha dimitido y por supuesto nadie ha sido cesado de sus cargos. Lo que de verdad preocupa en el ayuntamiento es acabar cuanto antes las obras, acallar las protestas callejeras y seguir con la política de hechos consumados hasta el final.

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Otro punto de vista de la actualidad por Luis Herrero Rubinat