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Toño en el disparadero

»Si Toño se postula como candidato es porque El Jefe le ha dado el visto bueno o porque le ha pedido que se presentara, que son dos cosas distintas.

 

Bajan revueltas las aguas de los populares en la comunidad autónoma y eso en sí mismo ya constituye una novedad. Parece que Juan Vicente estuvo esperando hasta el último momento una llamada de Rajoy, pero el burgalés no tuvo quien le llamara. El número tres del PP a nivel nacional, el zamorano Martínez-Maillo, había advertido unas horas antes que “nadie era imprescindible” y que tenían “banquillo suficiente” para el relevo. Parecía una invitación o una despedida, con el silbido de cuchillos como telón de fondo. ¿Ha abandonado Génova al presidente de Castilla y León? Cuando decidió tirar la toalla y no presentarse a la reelección (puede que algún día se conozcan los verdaderos motivos de esta actitud), Juan Vicente intentó poner de acuerdo a Mañueco y a Silván para que presentaran una candidatura única. Fracasó. El epílogo a esta historia es conocido por todos: una vez más, recurre a la carta como medio para enviar recados a Rajoy.

Amargo regusto debe sentir Herrera al comprobar cómo, coincidiendo con su despedida como presidente autonómico de su partido, es la primera vez que pierde el control de la situación. Un regusto que, el político sereno que lleva dentro, nunca se va a permitir exteriorizar.

Mañueco y Silván, frente a frente. Ambos aseguran que son amigos y ambos se deshacen en encomios y lealtades ante la figura de Juan Vicente Herrera. Pero no dicen toda la verdad. Si fueran tan amigos como cuentan, deberían explicar qué motivos insuperables les ha impedido llegar a una candidatura conjunta. Y si su fidelidad fuera tan plena como cacarean, no se entienden que no hayan atendido la petición de su presidente en idéntico sentido.

Toño Silván es una persona amiga de sus amigos, leal con sus compañeros, disciplinada con su partido, honesta como gestor, de aspecto bonachón y siempre entregado a los deseos de Herrera. Otra cosa es la valoración que se haga del político y de su discurso, que muchas veces se atasca en expresiones huecas y en frases manidas. Él forma parte de esa clase de políticos que no se mojan ni en la ducha. Por eso está claro que si Toño se postula como candidato es porque El Jefe le ha dado el visto bueno o porque le ha pedido que se presentara, que son dos cosas distintas. No veo al alcalde de León tomando una decisión de este calado sin el consentimiento y apoyo de su amigo personal y mentor político. Lo que cabe cuestionarse es si la decisión de pugnar por la presidencia del PP autonómico se debe a una iniciativa personal del candidato o se trata de una maniobra inducida por el propio presidente de la Junta.

Pugna personal

Quedan otras incógnitas por despejar. Tanto Silván como Mañueco presentan un perfil político similar, ambos amamantados en los pechos de Juan Vicente, misma profesión, parecida edad. Vidas paralelas. ¿Qué les distingue? Los ciudadanos (y supongo que los militantes del PP) lo van a tener complicado a la hora de apreciar posiciones programáticas diferentes entre ambos candidatos o de discernir entre sus respectivas perspectivas políticas. El PP encara una pugna personal, no ideológica. El compadreo por el que se ofrecerá la secretaría general al que pierda la presidencia, como si fuese un premio de consolación, no ayuda a explicar la presentación de dos candidaturas. Tampoco el PP va a tener fácil hablar de renovación en sus filas cuando ambos candidatos llevan casi veinte años con responsabilidades en el partido y en la comunidad autónoma.

Resulta evidente que los populares necesitan rodaje en esto de las primarias. Porque establecer solo tres días para que cada candidato haga campaña en las nueve provincias, resulta surrealista. Parece como que el calendario congresual se hubiera fijado en el convencimiento de que solo iba a presentarse un solo candidato.

¿Habrá bicefalia en el poder entre el partido y la Junta? Depende. Si gana Toño, le vendrá como anillo al dedo a Juan Vicente. Incluso puede que este dimita antes de finalizar el mandato para permitir a su pupilo que se presente a las elecciones desde la propia presidencia de la Junta. Otra cosa es la bicefalia en el partido, pues uno de los candidatos va a ser presidente y el otro secretario general. Si Mañueco y Silván no se pusieron de acuerdo para concurrir en una lista única, no parece que la relación a partir del congreso del PP, donde habrá un vencedor y un vencido, vaya a ser más sencilla.

Otra cuestión es la de los ayuntamientos, pues ambos candidatos son alcaldes. Al que pierda, su oposición le podrá recordar aquello de “si ni los tuyos te quieren, cómo esperas que nos fiemos los que no somos de tu partido”. Su posición política va a ser más débil que la que tenía antes del congreso del partido. Y para el que gane, por mucho que Toño diga que va a seguir siendo alcalde estos dos años, pase lo que pase, a nadie se le oculta que la gestión municipal pasaría a un segundo plano de su agenda. El nuevo presidente del PP de Castilla y León deberá afrontar los nueve congresos provinciales y posteriormente los congresos locales, deberá preparar a su partido para las elecciones municipales y autonómicas de dentro de dos años y lo más importante para él: deberá consolidarse como el líder en el que los ciudadanos confíen como presidente de la Junta de Castilla y León a partir de 2019. Porque como no alcance esa meta puede dar por amortizada su carrera política.

Demasiados frentes, muy inmediatos y decisivos como para que el nuevo presidente del PP autonómico se dedique plenamente a sus responsabilidades municipales. Otra cosa es que los vecinos tengan derecho a exigir a su alcalde plena dedicación a la gestión del ayuntamiento.

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