Samuel Johnson dijo a James Boswell “when a man is tired of London, he is tired of life… for there is in London all that life can afford” y no le faltaba razón.
La ciudad donde ocho millones de habitantes hablan más de trescientos idiomas. Una de las ciudades más creativas y diversas del mundo, Londres ha contribuido a diseñar el mundo tal y como lo conocemos.
Me apeo en la mítica Victoria Station y camino hacia Buckingham Palace justo a tiempo para ver el cambio de los Royal Guards, vestigios de lo que aún les convierte en un empire. Tomo Birdcage Walk dejando St. James Park a mi izquierda. Me sitúo entre Westminster Abbey y el Parliament, cierro los ojos y escucho a Ben, la campana Big Ben. A continuación Trafalgar Square donde los turistas alimentan a las palomas y charlo con uno de los bobbies sobre cómo el número de turistas aumenta y disminuye el de viajeros año tras año. Desde ahí me dirijo a Piccadilly Circus, y descanso en uno de los peldaños de la plaza, contemplo las hordas de adolescentes buscar las tiendas de moda en Regent’s Street, cupido desde su atalaya no tiene claro hacia quien dirigir una de sus flechas. En vez de girar a la izquierda, hacia Regent’s, giro a mi derecha, hacia Covent Garden, antaño refugio de futuros actores o estrellas de rock, que lamentablemente en el siglo veintiuno solo encontrarán consuelo en uno de esos talent shows.
En Londres, los jóvenes de este siglo ya no buscan templos del sonido y un buen ale como The Hippodrome o The Candem Palace, ya desaparecidos. Las turbas de adolescentes, por su parte, continúan incansables buscando tiendas de supuesta moda, desconozco quién es el tal Fitch o Abercrombie y no conozco más Hollister que los Happy Hollisters de la saga creada por el genial Jerry West.
Londres es además el British Museum, la National Gallery, la Tate Modern o el Natural Science Museum. Londres y sus decenas de parks, lugares como el Speakers’ Corner en Hyde Park para expresarse en libertad. Londres, además tiene una vida subterranea, the Tube, donde buskers de todo tipo deleitarán sus oidos.
Atardece, paseo por el Mall rumbo Buckingham Palace de nuevo, los turistas van desapareciendo, la tarde me regala unos tonos ocres preciosos, un lawn tan verde que me invita a recostar mi cuerpo, abro los brazos, cierro los ojos y me digo una vez más, como tantas veces: “London, the time of my life”. Cuando a alguien le canse Londres, está cansado de vivir.