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Riaño (y IV) con fotos El final

Retazos de memoria 30 años después

 

De siete de los nueve pueblos (Burón y Vegacerneja se salvaron parcialmente), ya solo queda el recuerdo para cada uno de ellos, el cariño y las imágenes imborrables de sus casas, de sus calles, de sus gentes. Y las heridas, que aún hoy permanecen abiertas, por los acontecimientos que se sucedieron durante ese verano. ¿Cómo olvidar aquellos terribles días en los que Riaño y sus pueblos sucumbieron víctimas de una orgía de destrucción? ¿Cómo cerrar los desgarros que producen esos recuerdos? Puedo dar un paseo introspectivo entre las ruinas. El panorama que visualizo, el que estoy contemplando con la misma viveza como si lo tuviera delante, es apocalíptico. Ante mi mirada escrutadora se extienden infinitas montañas de escombro, auténticos osarios de las viviendas que formaban cada localidad, testimonios del abuso irreversible que sufrieron los pueblos del valle. Cascotes, escombros, destrucción. Caos.

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Parecen los restos de un naufragio. Semanas después de finalizadas las obras de derribo de las edificaciones, podían observarse enseres domésticos mezclados con el escombro. Algunos muebles estaban tapados con plástico, tal vez a la espera de que los recogieran sus propietarios. Un paseo entre tanta ruina mostraba hortalizas aplastadas por piedras y cascotes que nunca llegarían a la mesa de quien las plantó. Juguetes que un día hicieron feliz a un niño y cuyo destino sería el de pudrirse en las profundidades del pantano. Cunas, bidés, calefacciones abandonadas y otros elementos que en un tiempo formaron parte de las viviendas, que sirvieron para que los vecinos disfrutaran de una vida más llevadera en el hogar familiar, ahora compiten por un espacio entre los despojos de esos hogares. Constituyen los vestigios de la vida que discurrió durante siglos en cada uno de los pueblos, hasta que aparecieron las máquinas de arrasar.

Quedan pocas cosas en pie: los indicadores de la carretera, las señales de tráfico y algunas farolas. Poco más. Las calles ahora son sendas que abren camino entre dos hileras interminables de piedras, escombros y madera amontonada. Algunas gallinas, ovejas y vacas, también unos perros de mirada extraviada, son los únicos seres vivos que aún residen en el mismo lugar donde hasta hace poco había calles y casas y gente que las habitaba. Los humanos han sido desalojados por el método expeditivo de destruir sus casas. En pocos meses, las especies acuáticas serán las únicas pobladoras del lugar.

También se conservan las cumbres, el único elemento que no ha cambiado en el paisaje del entorno. Esos pináculos naturales se han convertido en una referencia ineludible para asegurarse de que la colosal escombrera en la que se ha convertido el valle corresponde a los pueblos de Riaño, y no a otros paisajes distintos ni distantes.

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El 31 de diciembre de 1987 cierran el vaso del pantano. Parece que esa era la fecha límite que tenía el gobierno español; que a partir del nuevo año, las autoridades europeas podían haber dado al traste con este proyecto del franquismo, con este atentado monstruoso contra el medio ambiente. Lástima que los socios comunitarios no tuvieran la ocasión de sacar los colores a España por esta obra, de recordar al gobierno que estas presas desproporcionadas son más propias de repúblicas bananeras que de países civilizados. Lástima. Tal vez por ello nunca se celebró acto de inauguración alguno. Ningún ministro visitó la presa; nadie se prestó, como en tiempos del NO-DO, a cortar la cinta y a declarar inaugurado el pantano de Riaño. Nos queda la duda de si la mala conciencia fue la razón que impidió a Felipe González y a su ministro de Obras Públicas, Javier Sáez de Cosculluela, protagonizar un acto de estas características.

80.000 hectáreas

Tres décadas depués de aquella escaramuza, resulta un buen momento para recordar que la presa tenía por objeto regar 80.000 hectáreas de la provincia de León. Sacrificaban Riaño y sus pueblos para convertir el sur leonés en un vergel. Se trata de la mentira más grande que se recuerda, de un engaño de 80.000 hectáreas de superficie. Pasado el tiempo nadie ha asumido responsabilidades. Ninguna explicación por parte de quienes tuvieron/tienen la obligación de construir esas infraestructuras prometidas pero que destinaron/destinan el dinero comprometido a otros menesteres que nada tienen que ver ni con León ni con sus agricultores.

Cuando se cumplen treinta años de aquel fatídico siete del siete del ochenta y siete parece oportuno reivindicar la necesidad de mantener vivo el recuerdo de aquellos pueblos pletóricos de vida hasta entonces. Rendir tributo a todos los vecinos que sufrieron las secuelas del desarraigo de su tierra. Y recordar a cuantos lucharon por impedir que el valle del Esla desapareciera; a aquellos hombres y mujeres tenaces que para defender una causa justa se aferraron al peso de sus razones, al simbolismo de los capilotes y a un sentimiento que es imperecedero y que ningún gobierno del mundo podrá destruir ni ahogar jamás: Riaño vive.

 

Fecha de publicación                     Título

4 julio de 2017                        Riaño I. El túnel de Las Salas

5 julio de 2017                        Riaño II. Los pueblos y la lucha

6 julio de 2017                        Riaño III. Comienzan las demoliciones

7 julio de 2017                        Riaño y IV. El final

 

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Otro punto de vista de la actualidad por Luis Herrero Rubinat